Rabino Iosef Bitton
Preparandonos para Elul

TESHUBA: Arrepentirse por miedo

7 NIVELES DE TESHUBA: "Arrepentirse por miedo" Estamos analizando un párrafo del libro Menorat haMaor del Rab Isaac Abohab. El texto en cuestión habla de siete niveles posibles de arrepentimiento, de mayor a menor, aclarando que el contexto de este análisis
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7 NIVELES DE TESHUBA:

"Arrepentirse por miedo"

Estamos analizando un párrafo del libro Menorat haMaor del Rab Isaac Abohab. El texto en cuestión habla de siete niveles posibles de arrepentimiento, de mayor a menor, aclarando que el contexto de este análisis NO se refiere a las ofensas hechas hacia el prójimo (robar, ofender, engañar, etc.) donde además de arrepentirse hay que pedir perdón, restituir, resarcir,, etc., sino de las ofensas contra Dios. 

En el  link presentado más abajo podemos ver cuáles son los 3 niveles más elevados de la Teshubá. Exploraremos ahora el cuarto nivel que se refiere al arrepentimiento cuando alguien nos advierte y nos previene de las consecuencias que traerán para nosotros nuestras malas acciones.  Como explicamos anteriormente, el arrepentimiento sincero es el que nace espontáneamente de la auto-reflexion, al despertar de nuestra conciencia, o a partir de un renovado deseo de reconciliación con nuestro Creador. Esto último se llama en Hebreo, arrepentimiento por amor a Dios (????? ?????).

El Rab Abohab que este nivel de Teshubá ocurre, por ejemplo, cuando un maestro o un amigo que nos conoce personalmente nos advierte de forma directa sobre las consecuencias negativas de nuestro proceder, o por ejemplo, cuando un Rabino en su sermón de Torá se refiere impersonalmente a algo que nos toca de una forma directa. En ambos casos, nuestro arrepentimiento surge a partir de un estimulo exterior y por miedo a las consecuencias.


Menorat haMaor trae como ejemplo de este cuarto nivel de Teshubá el caso de los habitantes de la ciudad de Ninevé (también conocida en castellano como Nínive). Allá por el año 780 antes de la era común, HaShem se le apareció al profeta Yoná ben Amitai y le dijo que él debía dirigirse a esa ciudad no-judía, que tenía más de 120.000 habitantes (en esa época este número de habitantes era muy inusual)y allí debía advertir a los habitantes que la ciudad sería destruida por sus multiples ofensas hacia Dios y hacia el prójimo.

No vamos a detenernos en todos los detalles de esta fascinante historia. Sólo contaremos que luego de un fallido intento de escape y suicidio, Yoná llega a esta gran metrópoli Asiria y advierte a los ciudadanos que la ciudad será destruida en 40 días. Los habitantes de Ninevé escucharon a Yoná, tuvieron miedo al castigo divino y se arrepintieron. HaShem suspendió Su decreto y perdonó a la ciudad.

Ahora veremos dos ángulos diferentes de esta historia.

1. Sabios del Talmud elogiaron la forma en que este arrepentimiento tuvo lugar. Los ciudadanos de Ninevé no sólo se dedicaron a rezar y ayunar sino que también, y principalmente, cambiaron su conducta. El abandono de nuestros malos hábitos y conductas es el último y el mayor objetivo del proceso de Teshubá. Tanto valoraron los Sabios este texto que lo incorporaron como la lectura oficial de la Haftará de Yom Kippur por la tarde. Indicando así lo que se espera de un Yehudi cuando termina Yom Kippur: un cambio real y positivo en el proceder, y no sólo promesas o las intenciones del cambio. También aprendemos que HaShem está dispuesto a perdonar y a “cancelar“ Su castigo cuando nuestro arrepentimiento se traduce en mejorar nuestro proceder.


2. Pero si bien es muy meritorio el hecho de que los habitantes de Ninevé hayan creído en el mensaje del profeta Yoná (algo que desafortunadamente no siempre ocurrió en nuestro propio pueblo, que por lo general no prestó suficiente atención a los profetas ) y que hayan mejorado sus conductas, desde el punto de vista de la motivación (¿cómo comenzó la Teshubá?), este arrepentimiento se considera de un nivel inferior a los demás, ya que hay un factor de auto preservación (egoísmo) de por medio, que dio inicio al proceso de Teshubá. De cualquier manera esta Teshubá -el arrepentimiento por miedo al castigo Divino- aunque imperfecta, es considerada válida y aceptada, como ;vimos claramente en el libro de Yoná.  Donde Dios no solo escucha las plegarias de los habitantes de Ninevé sino que también los perdona de la destrucción total.

Arrepentirse, después de haber sufrido

 

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Estamos analizando los 7 niveles de Teshubá, arrepentimiento, que formuló el Rab Abohab en su libro Menorat haMaor (ver más abajo los primeros 4 niveles) .

El 5to nivel mencionado por el Rab Abohab es cuando uno se arrepiente después de haber sufrido o pasado dificultades. Esas dificultades pueden o no estar relacionadas con nuestro errado proceder. Veamos.

Explicamos anteriormente que las experiencias negativas, por ejemplo un problema de salud, o laboral o económico, son vistas por nuestros Sabios como vivencias que ayudan a alcanzar el perdón Divino.  En el texto que estamos explorando hoy , sin embargo, NO estamos analizando la relación entre sufrir y ser perdonado, sino la relación entre sufrir y arrepentirse. En otras palabras, este texto analiza de qué manera las malas experiencias nos inspiran y nos empujan a restablecer nuestra relación con el Creador.

Hay un párrafo muy famoso en la Torá, en el libro de Debarim (Deuteronomio) capítulo 4, versículo 30 que se refiere a la Teshubá colectiva, es decir, al arrepentimiento del pueblo de Israel cuando termine su cautiverio, su regreso a HaShem y la renovada observancia del pacto que tenemos con Él. Así dice la Torá:  Y al final de los días, cuando hayas vivido en medio de todas esas angustias y dolores, volverás a HaShem tu Dios y escucharás su voz. El arrepentimiento clásico, el más común, llega como consecuencia de haber sufrido odio, persecución y muerte, en este caso en manos de las naciones en las que fuimos exiliados

Este tipo de Teshubá, madurar luego de sufrir, no es lo ideal pero es muy frecuente. Y pasa de muchas maneras. Muchas veces una persona judía que no vive una vida de observancia sólo se despierta y comienza a asumir su identidad judía cuando sufre el desprecio, el odio o las burlas del antisemita.

También sucede que muchos Yehudim se acercan más a Dios y a la Torá, por ejemplo, después de haber perdido a un familiar. Cuando uno pierde un ser querido al principio se rebela, pero luego, en la medida que uno avanza en las etapas del duelo, llega a la aceptación de la nueva realidad y se reconcilia con HaShem. Muchas veces la reconciliación nos lleva a un nivel superior al anterior, a una relación con Dios que es ahora más estrecha de la que teníamos antes de sufrir nuestra pérdida.

Sufrir es a veces la única manera de madurar, crecer, entender y valorar. Cuando nada nos falta y tenemos poder, recursos y salud para disfrutar de una calidad de vida material muy alta, nos podemos olvidar de HaShem, y sin planearlo asfixiamos nuestra vida espiritual. Equivocadamente, pensamos que Dios está allí, esperando a que yo me acuerde de Él solamente cuando lo necesito…. Y ni se nos ocurre agradecerle a HaShem por habernos dado todo lo que tenemos.

Un padre le enviaba dinero a su hijo que estudiaba en el exterior todos los meses. El padre lo llamaba al hijo muy seguido, pero el hijo nunca tenía tiempo para hablar con él. Y ni se le ocurría agradecerle a su padre por acordarse de él todos los meses. El padre, conscientemente, dejó de mandarle dinero. Al principio el hijo no dijo nada, pero a los dos meses, cuando se acabaron sus reservas, lo llamó. “Papa, ¿cómo estás? Hace mucho que no hablamos. ¡Ah! dicho sea de paso, no me mandaste dinero ¿te olvidaste de mí?”

El generoso padre, que no se olvidaba de su hijo, tuvo que hacer pasar a su hijo por privaciones para que este se despertase y valorase a su padre. El padre se vio obligado a interrumpir su generoso proceder para que su hijo se acordase de él y volviera a comunicarse.  El Rab Abohab explica que lamentablemente muchos seres humanos (posiblemente la mayoría de nosotros) nos acordamos de Dios más para pedirle que para agradecerle. Es como si a veces el último recurso de Dios para llamar nuestra atención, fuera interrumpir su lluvia de bendiciones (salud, necesidades materiales, etc.) y así tarta de despertarnos del materialismo y del letargo espiritual. Desde este punto de vista las privaciones y el sufrimiento deben ser interpretados por nosotros mismos como llamados de atención de Dios para arrepentirnos y volver a acordarnos de Él, quizás porque hemos fallado en agradecerle por todo lo que nos dio.

 

Yosef Bittón
rabbibitton@yahoo.com

 

 



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