Las fuerzas griegas eran la superpotencia de la época: estaban bien entrenados, equipados con el armamento más moderno y tenían un ejército de primera categoría. En su contra estaban los Macabeos: pobremente equipados, sin entrenamiento alguno y con un pequeño ejército.
Observando toda la situación objetivamente, los judíos no tenían posibilidad alguna de vencer a los griegos, y era preferible que se junten con ellos tomando su religión y adaptándose a la forma de vida griega. Después de todo, ¿qué tiene de malo participar en competencias atléticas como los griegos? Incluso los ayudaría a ponerse en forma!
Y en cuanto a las prácticas griegas que los judíos objetaban - como ser el infanticidio y la pedofilia - realmente ellos podían llegar a acostumbrarse. Después de todo, era mejor eso antes que suicidarse, ¿no es cierto? Porque eso es realmente lo que iba a pasar con esa revuelta.
Todo era cuestión de ser un poco flexibles o morir. Aparentemente, esas eran las únicas opciones para los judíos y no les quedaba otra alternativa?
Pero la historia de Januká demostró que sí tenían otra elección, pues muchas veces cuando sabes que no tienes elección, te creas la posibilidad de una oportunidad.
Cuando los macabeos se dieron cuenta de que no tenían otra opción más que la de enfrentar a los griegos, precisamente en ese momento tan importante de decisión, ellos pudieron sacar de adentro una gran fortaleza para lograr lo imposible.
El Rabino Eliahu Dessler nos enseña que encaminarse en pos de las cosas que son muy difíciles de conseguir es la clave para obtener una elevación espiritual y lograr lo que la persona realmente quiere de la vida. El pueblo judío había transcendido sus posibilidades naturales, y esa es la razón por la cual en la época de Januká ellos tuvieron el privilegio de que les ocurrieran dos eventos que trascendieron los límites de la naturaleza: la victoria sobre los griegos por un lado, y el milagro de la jarra de aceite, que a pesar de contener una cantidad de aceite que debería haber durado para un solo día, duró para ocho días.
Los judíos de esa época eran personas normales que pudieron lograr algo realmente extraordinario. En el judaísmo a eso lo llamamos \"mesirut nefesh\", es decir, el deseo de ofrecer todo lo que tenemos y es preciado para nosotros (incluso nuestra propia vida), en servicio de un bien mayor. Generalmente, la única cosa que separa a la gente normal de los logros extraordinarios es el darse cuenta de que simplemente no hay otra opción.
En el pensamiento judío, cada ser humano posee esa capacidad de mesirut nefesh. De una manera u otra somos todos capaces de unirnos por un objetivo cuyo valor nos trasciende.